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Islam, Oct - Dec 2006

Civilización Islámica Desde el Comienzo Hasta la Era Medieval

Por Dr. Abdus Samad Romero Román

La presencia actual de una imponente masa de inmigrantes y estudiantes musulmanes en Europa y Estados Unidos; obliga inevitablemente a los ciudadanos europeos y americanos a medirse con otra civilización y, sobre todo, con otra religión, El Islam.

Civilización y religión que hoy, por fin; es necesario conocer, puesto que sólo a través de un reciproco conocimiento y comprensión será posible alcanzar una convivencia pacífica que permita una colaboración provechosa en el interés general.

Se hace necesario, a la luz de cuanto sucede hoy (pero también en relación a lo que algunos personajes relevantes han afirmado erróneamente), trazar, aunque no sea más que de forma breve, una panorámica de los contactos y las mediaciones entre la civilización árabe-islámica, desde su surgimiento en el siglo VII, y el Occidente cristiano.

Antes de entrar en materia no parece inútil en absoluto una alusión al nacimiento del Islam y a su prodigiosa difusión en tres continentes. Fenómeno que no tiene parangón en la historia del hombre.

En efecto, los árabes no sólo invadieron inmensos territorios, sino que los unificaron y les dieron una nueva conformación cultural. Esa es la razón por la que, cuando se habla de la civilización árabe-islámica de aquella época, se usa generalmente, en sentido extensivo, la expresión “civilización árabe” para indicar a todos aquellos que, pese a pertenecer a etnias diversas, contribuyeron a difundir la nueva fe y usaron la lengua árabe, lengua del Corán, como medio universal de cultura, especialmente en el campo de la Ciencia.

Los Musulmanes consiguieron, pues, amalgamar a pueblos distintos por origen, tradición, cultura e idioma, precisamente gracias a la religión (din), que, al regular también muchos aspectos de la vida cotidiana, ha representado por ello un fuerte vínculo de unión que determinó la estabilidad de las conquistas musulmanas.

El artífice de este nuevo acontecimiento que, en cierto modo, ha cambiado el curso de la historia de la humanidad es, como es bien sabido el profeta Muhammad (s.w.s.), nacido en La Meca en torno al año 570.

A él le fue revelada la nueva religión monoteísta, y él dedicó su vida entera al objetivo de hacer que fuera aceptada como sistema religioso y político, al mismo tiempo, de carácter universal.

A él corresponde además el haber constituido la Ummah; es decir, la comunidad de creyentes basada en una fortísima instancia de solidaridad recíproca, que se basa en el Corán como única Ley. Única Guía para un recto comportamiento religioso, moral y civil. El jefe de esta Ummah es Dios, ó Al-lah si así se prefiere. Ante el cual todos los creyentes en un plano de absoluta igualdad.

La expansión árabe-islámica dio comienzo en el año 633 y, en poco más de un siglo, se extendió como una mancha de aceite hasta alcanzar en Oriente los actuales territorios del turquestán ruso y chino. Pakistán, India, Malasia, Tailandia, Indonesia” y en Occidente, el Norte y centro de África septentrional, España, Portugal y Sicilia.

Maravilla el hecho de que los musulmanes árabes pese a constituir una minoría que, lejos de sus tierras de origen, hubiera podido acabar por ser asimilada por otras culturas y las tradiciones de los países conquistados consiguieron en cambio, llevar a cabo un profundo proceso de arabización e islamización.

Hay que tener en cuenta, además, que en todos los territorios conquistados, los (árabes) musulmanes se preocuparon por asumir y adoptar costumbres y elementos, nuevos para ellos, de las culturas con las que entraron en contacto, originando una cultura compuesta, heredera y combinada de las preexistentes. Destinada a tener notable influjo tanto en oriente como en el occidente cristiano.

Tal evolución cultural discurrió en paralelo con la tarea de organización de los territorios conquistados, según los principios del Islam, organización que supuso un gradual aunque profundo cambio respecto a la precedente organización, no sólo de carácter político, sino también religioso, social y económica, que hizo registrar un auténtico terremoto, casi una revolución. Teatro de estos cambios de la situación general fueron principalmente los centros urbanos, muchos de los cuales se convirtieron en las grandes metrópolis del arabismo y formaron el armazón material de Dar-al-Islam.

El progresivo aumento de los centros urbanos y el extraordinario desarrollo de las vías de comunicación favorecieron un fuerte incremento de las actividades comerciales. Los intercambios tenían lugar sin dificultad por vía terrestre, y sobre todo por vía marítima. Con las mercancías viajaban también las ideas y con ellas la nueva cultura compuesta: el árabe fue el idioma vehicular. Se impuso tanto por ser la lengua del Corán, y por lo tanto el “médium de la nueva fe”, y como tal, usada para divulgar la doctrina del Islam, como por ser la lengua de los conquistadores, que se convirtieron rápidamente en clase dirigente: funcionarios, magistrados, soldados y grandes comerciantes hablaban árabe y, por necesidad social y económica, era inevitable usar su lengua.

La arabización pues, entendida como adopción de la nueva lengua, ayudó a la difusión y el desarrollo de la cultura árabe-islámica. Ésta, desde el siglo VII se había valido de numerosos científicos pertenecientes a religiones y etnias diversas, a las que asimilaba y metabolizaba cuanto podían ofrecer entonces las grandes civilizaciones del Irán, India y, sobre todo, de Bizancio.

Fascinados por la herencia cultural de las zonas sometidas, los árabes hicieron de éstas objeto de estudio e indagaron en sus fuentes, fieles a las enseñanzas del Profeta, la Paz sea con él; que según refiere la Tradición recomendó: “Busca la Ciencia aunque sea en China”
“Persigue el saber de la cuna a la tumba”
“La búsqueda del saber es un deber para todo musulmán, hombre o mujer”

Pero los doctos eruditos musulmanes al entrar en posesión de textos antiguos escritos en griego, sirio, persa o sánscrito, los hicieron traducir al árabe. No se limitaron a servir de transmisores del pensamiento de quienes los habían precedido, sino que fueron sus auténticos continuadores mediante nuevas, originales reelaboraciones aportando notables contribuciones y aplicando métodos experimentales en distintos sectores de la Ciencia.

Las intensas relaciones culturales entre el Oriente musulmán y el Occidente cristiano en tierras de España, Portugal y Sicilia nos inducen a reflexionar acerca del carácter, compuesto y unitario al mismo tiempo de una tradición nacida de la exigencia del encuentro y mediación entre civilizaciones distintas, pero que nunca dejaron de mostrarse curiosos ante el enriquecimiento recíproco, gracias a una apertura mental que, contrariamente a lo que siempre se dice y piensa, existía en el Medievo y es de esperar que no se pierda hoy.

Dr. Antonio Abdus Samad Romero Román fundó la Asociación Cultural Azagra en 1996 y fundó la Facultad de Estudios Andalusíes en 2002. Vive en España.